Cada mañana veo despertar la ciudad.
Perezosa, primero abre los ojos. La luz llega a las ventanas, todo se baña de un color azulado.
Luego se estiraza.
La dormilona no quiere levantarse aun, permanece, en penumbra, con movimientos torpes… pero pronto se levanta y se pone en marcha.
Una ciudad no va a otro ritmo que al que las personas le demos. Caprichosa en el sentido mas amplio de la palabra, desarrollandose lentamente, cambiando mas rapidamente, adquiriendo el aspecto de sus padres NOSOTROS.
En una de esas marañas humanas vivo yo.
Un simple dibujante que vaga un dia y otro entre galerias de artes invisibles que son las calles de nuestra amada Londres.
Dibujar, si bueno no es un mal trabajo, si un hombre trajeado creyendose un intelectual te da permiso para vivir en la sociedad bajo el sello de una buena critica. Por lo demás no me quejo. Una vida normal y corriente.
Y preguntarán, ¿qué hago leyendo la vida de un dibujante cualquiera? ¿ qué me hace diferente del resto? Se lo diré:
Yo, estoy muerto.
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