. . . . . . . Nada es imprescindible, nada es ridiculo. El espacio de las pequeñas cosas . . . . . . .
17 February, 2012
Madrid
Mariposas revolotean entre lo que un dia fue pasto del ganado y ahora duro asfalto. Miro y no veo, observo y me pierdo entre la aglutinación de colores que impactan contra fachadas y escaparates. ¿Así es la vida ahora? ¿Un pastiche de equivocaciones estéticas y cargantes sonidos mecánicos que aturden la mente y estresan el alma? Si, sin duda eso es lo que único que percibo a mi alrededor y que no veo.
Bajo a la calle con la mente ocupada, para no ser absorbida por el ajetreo constante, hago como todos, me camuflo entre pensamientos y como fantasma me deslizo entre los huecos que mis congéneres me permiten.
Una calle, un coche, un semáforo, una moto que no frena a tiempo, el sonido del claxon y vuelta al paso. De repente te ves rodeado de caminos, a la derecha una curva cerrada y calles, al frente una avenida peligrosa de tráfico abundante, a la izquierda, imposible ver por las moles de ladrillos fronterizos pero se adivinan mas calles. Mi mente no se para, elige sin mirar, realmente no elige, solo se amolda.
Una cuesta de adoquines minúsculos, de carretera estrecha y de personas “consideradas” en su imaginación oculta. El calor y el esfuerzo hacen mella en mi pecho, que con cada paso acelera las pulsaciones. Pero mi mente sigue en su anagrama de la realidad, indolente a todo. ¡ Y es que, ¿ realmente no he visto a los mayores que se sientan para retomar aire, en busca de una mirada piadosa que los ayude, acaso no he visto a los niños que se precipitan a la carretera con sus risas incansables y su insensatez propia de la edad? Si, pero no pertenece a mi mundo interior, sino una latosa lista de la compra que conlleva fruta, pan, algo de pasta, huevos y tal vez algún capricho dulce. En mi importantísimo universo, no existen accidentes ni personas necesitadas, solo chocolate con almendra y si, por qué no, una empanada.
Tras desocupar mi cabeza con la compra, comienzo a llenar con lo que será la comida. Dios no es posible mantenerla vacía ni por un segundo, pues eso es un tiempo valiosísimo que perdería en vez de invertirlo en por qué no, saber que nueva entrada tendrá el blog. Mi alma horrorizada se pliega y despliega, batiendo sus alas en busca de una salida del estrés diurno. Lo consigue tras una dura lucha terrenal y como un visitante del más allá permanece flotando invisible sobre mi sien. Está atada a mí, sabe que si da un paso más, dejará el recipiente que una vez fue su dueña, aquella que la llenó de ansiedad y dudas vanales que la perturbaba día y noche con ideas erróneas de novelas ficticias de su imaginación. Pero sin embargo sigue conmigo, permitiéndome perderme de nuevo en la multitud y seguir cavilando ideas absurda hasta la casa, donde cansada, retomo el mullido sofá y cierro los ojos. Tan solo 5 min me digo, aun que realmente sé que serán más de 20. Y es que la mentira consentida es una de las mejores virtudes de esta mi realidad.
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